Foto: Vélez Sarsfield |
La frase pronunciada por Miguel Angel Russo, instantes después de la festejada victoria sobre Boca, refleja una gran realidad. Los altibajos del sentimiento del hincha saltan de la euforía a la decepción, sin escalas. Una buena actuación acompañada de un resultado feliz levanta muy alto los ánimos; una mala producción adjuntada a una derrota los tira hasta el último subsuelo. Es lo habitual en el emocional mundo del fútbol. Es el corazón y no la razón lo primero que destapa el amor a una camiseta. La adrenalina consumida en 90 minutos aflora apenas finalizan los partidos, y suele extenderse bastante tiempo más. Suele pasar, se entiende y quizás no esté mal. Los analistas deben tener la mente más fría y no dejarse dominar por la pasión, tener precaución y prudencia a la hora de examinar. Como bien dijo el técnico de Vélez, este equipo no era "un desastre", durante esa racha negativa, ni tampoco son "los mejores" por lo hecho ante Banfield y Boca. Es necesario encontrar un equilibrio. Entender que se trata de un plantel en formación, con un puñado de experimentados y una multitud de pibes. Llevará su tiempo acomodarlos, encauzarlos y darles una fisonomía. Mientras a sufrir las malas y a disfrutar las buenas, conscientes de no ser una maravilla un fin de semana y los peores el siguiente.
Guillermo Tagliaferri
@guilletaglia
Guillermo Tagliaferri
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