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¨Esto no tiene remedio, es como si ya nos hubiese sucedido¨. La frase de la
genial obra de Gabriel García Márquez pinta a las claras la eliminación de Vélez de la Copa
Libertadores a manos de Nacional de Paraguay. El equipo del Turu Flores una vez más queda en
el camino en los octavos de final pura y exclusivamente por culpas propias ya que si bien
buscó por todos los medios careció de inteligencia para doblegar a un rival que solo con orden
táctico pudo resolver la llave. Ese orden táctico del que Vélez carece y queda demostrado
cuando Correa convierte el primer gol y en la jugada siguiente la defensa queda una vez más
totalmente desbalanceada dejando a dos hombres del equipo paraguayo mano a mano con Romero
que cometió el penal que liquidó la serie cuando todavía quedaban casi 20 minutos
para dar vuelta la historia, verdaderamente algo incomprensible para un equipo que aspira a
tener medianas chances en una competencia tan importante como la Libertadores. Al equipo le
faltó rebeldía y fuego sagrado para ir por la hazaña una palabra que suena muy poco en los
últimos años de la historia de Vélez más allá de los títulos logrados. El Fortín no queda en
el camino solo por eso sino que varios jugadores no entendieron el partido como lo que era:
UNA FINAL. Los casos más resonantes son los de Canteros (que se hace expulsar minutos
después que se consigue el segundo gol) y Cabral que no estuvieron a la altura y solo Correa
buscó algo más teniendo el premio con sus dos goles sumado a los atisbos del Poroto Cubero que
al menos mostró estar ¨enojado¨ para intentar revertir la situación. Triste final pero
previsible para un equipo monótono, sin rebeldía que nunca aprendió de sus errores que pierde
partidos ante rivales que no le patean al arco y que vive un déjá vu tras otro como ya le
pasó ante Newell´s y Ponte Preta.
FLAVIO
RAVELLA
@flaviofortinero